alimento de
cochinillas blancas
que desconocen
las fronteras
del rayo y
la hoja
al tallo tu
boca
esculpiendo
cada órgano
con los
dientes burbujeando
este deseo
de heces
que repta
sin dejar huella
como alado
subterfugio
de flujo
amoroso
mortecino
anaquel
para los versos
atragantados
para los
libros olvidados
en el río
artificial del furor
una vez más
abrimos la boca
para
invitar a los celadores del veneno
a los
carpinteros del biombo
donde
aguarda el hongo
su amasijo
final
para reunirse
bajo la última noche
a balbucear
las hormigas
y levantar
cadáveres
mientras
escupimos el fuego
de la tumba
sin ritual
como quien
arroja semillas
sobre un
arenal de granos
que
refractan la nada espectral.