Amigos

fértiles alas planean
sobrevolar esta cárcel de ciudad
para que ya no haya más realidad
que sacie lo deseado

reconociéndose en la locura
ya no conciben volver atrás

¿Qué de la casa anda suelto por ahí...

¿Qué de la casa
anda suelto
vagando
en las horas nocturnas
que no deja dormir
a mi niño…
El amor
corroído
con los años
no encuentra
lecho
donde depositar
su cuerpo
de transparente mano.
La distancia
se agiganta
sin la luz
ni la perspectiva
de la sombra.
Somos solitarios
como
las manchas
húmedas
o las heridas
del bajo fondo
de una ilustre existencia
en su apocalipsis.
Somos cajas resonantes
ovoides en el latido
de jeroglíficos
por venir.
Y así,
en la vivienda perpetua
de quien no haya silencio
más que la poesía
atisbo mi mano
para acariciar al ente
que aún ronda
por los rincones
para calmar su sed
y dormir
los dos juntos
como enamorados
en el vientre
o en el útero
de una piedra
que cae.