LAGO SOBRE LA MONTAÑA

LAGO SOBRE LA MONTAÑA / JUAN FOU
Ya comienza a rodar el poemario que fue manuscrito en una estadía itinerante en el Parque Nacional Los Alerces. 

Los libros están cosidos artesanalmente. La primer tirada de 50 ejemplares ya fue agotada, por lo que se van a volver a reimprimir 100 más. Quienes quieran reservar uno pueden escribirme por acá o mensaje privado.
No quería dejar de agradecerle a mí tía y artista plástica que se encargó de realizar el dibujo del arte de tapa e interiores, Graciela Foucault y a su profesora Sandra Alonso. A la más inmensa fuerza de lo íntimo y amoroso, Claudia Oshiro que compartimos el sello fantasma y proyecto de encuadernaciones Carozo Tropical. Con quienes fui compartiendo mis inquietudes y están ahí en el taller de Vagantes Fabulae, Eric Taboada y Julieta Barbieri. Y a todos los amigues que están escuchando y leyendo versos que se van amasando en otras latitudes.
LA POESÍA ES UN ENSAYO ABIERTO

Entre cada trazo poético, una respiración, una pausa. El lector traza otra línea que vuelve a abrir al poema hacia un afuera que ya no corresponde al del escritor. Desacelerar el mundo para leer los signos que aún vibran.

Sueño en la pampa


Alguien dejó la tranquera abierta
Y el novillo supo escaparse
En la madrugada
Cuando algunos de nosotros recién abríamos los ojos
Y crujían las maderas con los primeros rayos del sol
Que auguraba un día templado
Para nosotros y para el novillo
Que terminaría en el lago
Bebiendo agua con los pájaros voluptuosos del bosque

Gritamos su nombre que no tenía
Pero no hubo más respuesta
Que un silencio abrumador

Era la pampa
Con su boca verde y amarilla
Que nos deglutía.

CRUZAR LA CALLE

Joven, puede ayudarme a cruzar
me dice ella que sabe mirar con los ojos del tiempo
mientras esperamos me agarra del brazo
cuando se aferran de esa manera
tengo la sensación de estar acompañando 
a mi abuela a comprar el pan por la mañana…
Estamos suspendidos en el tiempo,
ella, yo, mi abuela, y aquel niño que fui
como quien dice los mantras del caleidoscopio onírico al despertar
sin quererlo soy otro en los ojos de ella
que se va agradeciendo a paso lento
y los dos un instante más cerca con la muerte.

LLUVIAS CLÍNICAS

Aunque llueva
Con la mismísima lluvia que habita la luna
Y los pájaros quién sabe en qué rincón se esconden
Nosotros aún recorremos
Con la cueva nuestras miradas
Para atravesar los elementos ausentes
Presentes en su ausencia
Por ser vistos y no
La ventana y la jaula
La jaula de una única ventana
La ventana de una única jaula
Con la imaginación no se discute pienso
Y para qué intentar aplastar todo con la realidad
Aunque llueva hoy jueves
En toda la ciudad de Buenos Aires
Hay un sol en algún pájaro escondido
Y hay otro pájaro sólo en el sol escondido
En la amplitud de los instrumentos de plumas
Ella la lluvia
Atraviesa todos los pulsos
Y nosotros aún recorremos el rincón de las miradas.

El dolor sólido


La sustancia indisoluble
de la corriente avinagrada,
esa vida que no termina de estallar
ahogada en silencios,
el extraño color del dolor sólido
que no vibra.

Otoño lluvioso


Las cosas simples. Una mano que gira una llave. Un colectivo que dobla en una esquina. Una lamparita que explota en un cuarto. Alguien que se queda dormido. Otro que despierta. Llueve.
Entre ellas, nosotros mezclados, con acciones cotidianas. Contemplaciones al tiempo. Detenciones.
En la casa vacía quedan los gatos. Queda un reloj con las agujas trenzadas, como dos cadenas que de tanto enredarse se rompen. Efecto paradojal de los laberintos y las prisiones de uno. Efecto de la tensión. Hogar poblado.
Volvemos hirsutos, con harapos y rostros chorreando sangre, mascullando aire por no hablar sin traicionarse. Arrastramos con nosotros, el río que deja el guijarro en la cascada y se vuelve agua estancada. De la bifurcación al rincón. Silencio. Espejo empañado. Resonancia de sí-otro, piel de serpiente, muda del personaje vibrátil, y la frágil superficie que se desliza en la montaña nevada lo cubre todo.

noche de enero

ventiladores
de astas filosas
prendidas en la noche
asfixiante

el ritmo mortuorio
del ruido

peces aleteando
boqueando
en el hueco
de tu pecho

toda la ciudad es un puerto seco
lleno de peces moribundos

en la oscuridad
se ven las olas
que traen
siluetas

Volver de noche

Acunado por el traqueteo de las ruedas sobre el asfalto, despierto con la sensación de estar aterrizando en un avión. Los primeros golpes que da una tripulación al tocar tierra. Caigo en la cuenta de lo onírico inmiscuido en la percepción consciente y me despabilo. Imaginar. Abro la cortina y veo el cielo estrellado de la pampa. En la lenta vuelta que atraviesa la noche, me permito asimilar la suspensión de los días. La pluma se arrima a la respiración del viento cuando acaricia al suelo y el vasto paisaje vuelve a nuestro trazo una soledad íntima.

A mis amigxs poetxs

Entran a la entropía del fruto cayendo del árbol. Recolectores de los signos estropeados del sistema, ahí vienen hambrientos, recorriendo la meseta árida de la civilización. Muerden, buscan el veneno de su ser. La cáscara está blanda y la piel tiene la sensibilidad de un anciano oriental. Los gusanos atraviesan el bardo sin ser vistos por la oscuridad. Ríen. Lloran. Se encuentran abajo del árbol que alguna vez supieron regar, para luego cortar, y hacer un fuego en una noche oscura, en el principio de los principios, eterna. Ahora que están a la sombra y la pampa entera llena de cercos, con tres acordes se entretienen mientras escupen la semilla. No tienen nombres. Prefieren ser llamados por su nombre impropio. Viento. Constelaciones. Sustancia filosa de una fragilidad consciente. Miran al cielo pero no buscan Dioses. Las nubes componen y descomponen figuras con cada sorbo de realidad. Están recortados para los que llegan desde el horizonte, pero una vez cerca, a la par, proliferan en disturbios. Se pudren. Tienen harapos de una obra yuxtapuesta al olvido. Nunca fueron enterrados pero siguen viviendo el ritual de una muerte. Más acá está la bombilla de un mate que gira y una tuca. La corteza y su sigla escrita con cuchillo. El asado tiembla sobre las brasas. Están esperando a sus hermanos y sus hijos que continuamente no llegan. Una parva desplumada busca el pellejo. A todo esto, ellos escriben y leen, simultáneamente, y no paran ni de leer ni de escribir.