La mirada que se va

tener la gentileza de mirar a los ojos antes de decir adiós
pero la condena de una soledad que no sabe llorar

tener pupilas como dos huecos en un reloj de arena
manchado con sangre

querer arrancarse los ojos como Edipo
y sobrevivir a la mirada que se va

arritmia entonces la garganta al silencio
para asir los barrotes de la prisión perpetua

¿quién nos trajo hasta los confines
donde las flores asfixian a los ciegos
donde el amor se pudre en su espera
y nuestras manos se ciñen
para arrojar los restos de una noche al fuego?

el murmullo del viento
en el pequeño jardín que ha crecido en la terraza
no sabe del pasado cuando garua sobre su cuerpo

el presente
tiene las raicillas invisibles de la soledad
como único puente a las fronteras

la salida entonces es decir adiós
y arrojarse al magma de un espejo sin rostro
donde cada noche ensaya la noche su olvidar.

El sistema nos está comiendo

como si fuéramos pedazos de carne
el sistema nos devora
con sus discursos

al menos que
hagamos algo
compañera

como volar lejos de sus bocas
como armar cuerpos con otras
como enunciar colectivamente el dolor
de estar siendo masticadas
por la mandíbula
de una verdad.

La sinceridad no tiene nada que ver con la direccionalidad del disparo

Acá subo una edición digital de "La sinceridad no tiene nada que ver con la direccionalidad del disparo". Plaqueta de poesía publicada por Proyecto Editorial Itinerante en la ciudad de Mendoza por el 2014.

https://issuu.com/proyectoeditorialitinerante/docs/juan_fou_digital


Mensaje de texto a un contacto desconocido

el sueño imprime un manto frío
en la astucia de haber sabido elegir
la soga cuya rienda se suelta
y poseer la virtud de dejarnos ir

Amigos

fértiles alas planean
sobrevolar esta cárcel de ciudad
para que ya no haya más realidad
que sacie lo deseado

reconociéndose en la locura
ya no conciben volver atrás

¿Qué de la casa anda suelto por ahí...

¿Qué de la casa
anda suelto
vagando
en las horas nocturnas
que no deja dormir
a mi niño…
El amor
corroído
con los años
no encuentra
lecho
donde depositar
su cuerpo
de transparente mano.
La distancia
se agiganta
sin la luz
ni la perspectiva
de la sombra.
Somos solitarios
como
las manchas
húmedas
o las heridas
del bajo fondo
de una ilustre existencia
en su apocalipsis.
Somos cajas resonantes
ovoides en el latido
de jeroglíficos
por venir.
Y así,
en la vivienda perpetua
de quien no haya silencio
más que la poesía
atisbo mi mano
para acariciar al ente
que aún ronda
por los rincones
para calmar su sed
y dormir
los dos juntos
como enamorados
en el vientre
o en el útero
de una piedra
que cae.

Somos en recuerdos

Somos en recuerdos
la sombra anónima
que deja la puerta
nadie entra ni se ha ido
realmente ido
de los cuartos
somos mutantes
donde escribimos
como un condenado
como un culpable
como un dios
como un mero hombre
a punto de morir en su amor
pero no nos cansamos endebles
como el sonido de una hoja
encendiéndose bólido
en el fuego luz
de una nada que se pierde
innominable tristeza
que volverá a lo verso
con el silencio del osario.

Inundado

Inundado en vástagos de cielo y lecho desierto
con la duermevela proliferante en imágenes
no logro conciliar el sueño
y una gran lámina moral me impide descansar
junto al calor y las horas despechadas
doy vueltas entreverado por la madeja de mi historia
extrañando y hurgando entre los tiempos
mis omoplatos son dos médanos sin fin
y mi única certeza es morir con la boca húmeda.

Papeles

Parque nacional Los Alerces

mi soñar
mi deambular diurno
mi despertar ensoñado
mi vagabundear entre las cosas
mi perderme
mi olvidar dónde estoy
mi pensar florido en fantasías
mi adentrarme
mi soltar la soga de la embarcación
para que se pierda mar adentro
entre las sombras
mi soplar el fuego
arder las ramas caídas
por la tormenta de antenoche
mi olvidar
mi sensación de ver fraguar las olas de la distancia
mi tiempo elongando acciones de lo que fuimos
mi superposición de figuras
mi ocio
mi amistad a la soledad del bosque
mi pretérito desperdigado en la carpa
mi extrañeza donde nadie alcanza
mi habladuría íntima
con la seductora locura rasgando el tono
mi versificación
mi modo de reír con el viento
mi veneno turbio verdor entre las aves
mi silencio intransmisible
mi cultura duelando
mi actualidad
mi remoto instante
mi letra
mi huella

Nadie sabe

Nadie sabe quién
acudirá a leer los versos que nos compusieron
en tiempos, quién recogerá los escombros de los ruinosos ritmos
que somos, e intentará comprendernos como don de sombra…
Nadie sabe quién
acudirá a la inmensa vanidad de querer decir algo
y por el sabor del descubrimiento velado, desgarrar con las palabras,
en un plano que su dinamismo corrompe;
y las imágenes, los cuadros,
las fotografías que en un juego de luz revelan
una profundidad que los signos carecen.
Nadie sabe quién
si el intercambio relacional de fuerzas que se oponen
se queda corto y retroalimentan con líneas óseas
y fugas sanguíneas.
Lo desperdigado entonces
quién lo recogerá
como un manojo de tierra
quién lo tirará sobre la fosa.

Mi delicadeza

Mi delicadeza tiene peste de años.
Lo noto en el ritmo de mi respiración en la montaña.

Un ataque localizado al corazón.
La sangre misteriosa del Edén.

Estoy perdido entre la superficie estriada
y el fuego de las infinitas formas que todo lo come…

Crecer es morir

Para nosotros, crecer es morir.
Hoy
dejo morir algo mío
en el desierto
y me pregunto,
…quiénes?
…qué?

La poesía le duele

La poesía le duele
¿por qué le duele tanto
la poesía…
La policía sospecha
¿por qué sospecha tanto
la policía…
¿qué tiene la poesía
que sospechan tanto de ella…
¿tiene armas
¿filo
¿viento
Lo que más le duele
de la poesía
es que no atisba al silencio
sino al aullido,
el aullido.
Lo más sospechoso
de la poesía
es que acciona
con el arte del silencio
el silencio.

El nadador - H.V.Temperley


Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Soy el hombre que quiere ser aguada
para beber tus lluvias
con la piel de su pecho.
Soy el nadador, Señor, bota sin pierna bajo el cielo
para tus lluvias mansas,
para tus fuertes lluvias,
para todas tus aguas.
Las aguas como lonjas de una piel infinita,
las aguas libres y las de los lagos,
que no son más que cielos arrastrados
por tus caídos ángeles.

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Tuyo es mi cuerpo, que hasta en las más bajas
aguas de los arroyos
se sostiene vibrante,
como en medio del aire.
Mi cuerpo que se hunde
en transparentes ríos
y va soltando en ellos
su aliento, lentamente,
dándoselo a aspirar
a la corriente.

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada
hasta las lluvias
de su infancia,
que a las tardes crecían
entre sus piernas salpicadas
como alto y limpio pajonal que aislaba
las casonas
y desde sus paredes
celestes se ensanchaba.

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada
por la memoria de las aguas
hasta donde su pecho
recuerda las pisadas,
como marcas de luz, de tus sandalias.

Y recuerda los días cuando el cielo
rodaba hasta los ríos como un viento
y hacía al agua tan azul que el hombre
entraba en ella y respiraba.
Soy el hombre que nada hasta los cielos
con sus largas miradas.

Soy el nadador, Señor, sólo el hombre que nada.
Gracias doy a tus aguas porque en ellas
mis brazos todavía
tienen ruido de alas.

Estrellas

No silencian
su estertor de garganta
trepitosas de pulso
voraz como hongo en la posteridad
del destrozo y en barriada
sangre puñal agite
pintura pulcra de un reloj
epocal
y aullido de la superficie de las repti
líneas trans
figuraciones
venganzas con salitre
en el borde de su deirse
parásito punzante y calvicie ostentosa
en cadavéricas respuestas al servicio de los cuerpos
cayendo pantanosas
e inseguras en el baile de otros
mientras arrojan al fuego su existencia
parca pantalla insolada y refractaria
que absorbe ex
congregaciones
por la habladuría
y labio superior
de la boca de un mudo
famélicas como gargajo
tirabuzones insensatos
contra las alas de la pirámide
de luces subidas de precios
a los dromedarios que claudican
su entenado en la lámpara
y aspiran viento
del médano más mágico
que los territorios hayan atravesado
Osa mayor en el cielo
su similitud constelada
aplastamiento lleno de huecos
que se vuelven ventanas.

Los soñadores

El sueño espera en soledad
los encarnados fantasmas de otro.

Nosotros esperamos en el umbral
donde un poema no es una verdad.

Envueltos en sábanas

Estamos envueltos / en sábanas blancas
que no nos enfrascan / en ningún
lugar.

Me miras y te escondes / atrás
del pliegue mañanero / mientras yo
siento / la luz epidérmica. //                

Nadie vendrá a golpear la puerta / y eso
nos vuelve eternos. Entonces
nos contamos sueños
de ayer y mañana.
Los vicios y los miedos

entregados a la tierra / como cadáveres de un libro,   
somos polvo / con el tiempo.

Elefante en el desierto

Un elefante brama 
avasallando al silencio
con todo el peso de su trompa
y el cosmos se colma 
en un gran desierto
donde el abismo habla 
con deseos sagaces
mientras vivimos y morimos 
en un chasquido de dedos.

Todos los nosotros

Todos los nosotros alrededor
y lo mío lo tuyo muriendo.

Todas las conjunciones terminales
en la barrera de una coma inducida.

Todos los nosotros todos los nosotros
chocándose fundiéndose en lejanía.

Todas las cosas por todos los nosotros
siendo sin saber lo que ya no somos.

Todo fragmentos en agónico atropello
como animales en medio de la ruta.