Nadie sabe
quién
acudirá a
leer los versos que nos compusieron
en tiempos,
quién recogerá los escombros de los ruinosos ritmos
que somos,
e intentará comprendernos como don de sombra…
Nadie sabe
quién
acudirá a la
inmensa vanidad de querer decir algo
y por el
sabor del descubrimiento velado, desgarrar con las palabras,
en un plano
que su dinamismo corrompe;
y las
imágenes, los cuadros,
las
fotografías que en un juego de luz revelan
una
profundidad que los signos carecen.
Nadie sabe
quién
si el
intercambio relacional de fuerzas que se oponen
se queda
corto y retroalimentan con líneas óseas
y fugas
sanguíneas.
Lo
desperdigado entonces
quién lo recogerá
como un
manojo de tierra
quién lo
tirará sobre la fosa.