Soliloquio desvelado

Es simple,
agarras una palabra
y la estrujas
como si fuera una fruta,
un trapo.
Es simple,
absorbes el jugo
la sangre
de las cosas 
que dejan rastro
en el mundo.
Se llama
el placer.
Y en ese mismo encuentro
la palabra
se vuelve el punto
para entrar en contacto
con otra serie
de rastros
que no tienen forma
aún.

Horas desveladas 2

Seguimos escribiendo porque estamos inconformes. No sólo con lo que dicen del mundo, sino también con lo que nosotros hemos dicho. Cuando estamos conformes, nos embriagamos y todo vuelve a comenzar. Pero no vivimos en un círculo, sino en un espiral que larga el olor de algo que se está cocinando.

Nuestra boca está embebida de la sustancia de un caldero de alquimistas que mezclan las lenguas de los fantasmas, con la de los pueblos, los animales y los objetos del mundo.

Horas desveladas

¿Qué se yo para qué escribimos poesía? Pero no podemos parar. Todos tenemos algo con lo que no podemos parar. ¿Será nuestra manera de respirar en la noche cerrada del mundo? ¿Será para no morir de dolor?

Horas desveladas, en que algunos duermen con la ventana abierta y sueñan mientras otros leemos líneas absurdas que intentan abrir la ventana del sueño en la vigilia.