Seguimos
escribiendo porque estamos inconformes. No sólo con lo que dicen del mundo,
sino también con lo que nosotros hemos dicho. Cuando estamos conformes, nos
embriagamos y todo vuelve a comenzar. Pero no vivimos en un círculo, sino en un
espiral que larga el olor de algo que se está cocinando.
Nuestra
boca está embebida de la sustancia de un caldero de alquimistas que mezclan las
lenguas de los fantasmas, con la de los pueblos, los animales y los objetos del
mundo.