Las bombas de estruendo vuelven a caer sobre la avenida. Nunca dejaron de caer las bombas, porque las pesadillas y los traumas tienen cosas en común, y los espasmos del estruendo son parte de sus efectos. A algunos les gusta ser propietarios de la velocidad y les molesta los cuerpos que vienen a interrumpir el flujo. Son las ruedas, sobre el cemento que tiene nombre y velocidad máxima, las que buscan en la inercia su giro. Transitan las calles en el rodar del sistema financiero, y por nuestros espacios públicos tiran las balas de desidia. Aquellos que se molestan porque no pueden circular libremente, no conocen el hambre de querer detener el mundo. Se viene el 9 de julio y está bueno recordar que no somos independientes aún. Hay hombres que manejan de manera impune, sus armas y funciones, y liberan el tránsito para que la rueda financiera siga andando. Hay otros que buscamos detener el mundo, para no repetir la fuerza del terror. Los amarres de la colonización, la disciplina y el control que operan sobre nosotros deben ser cortados en conjunto.