tener la
gentileza de mirar a los ojos antes de decir adiós
pero la
condena de una soledad que no sabe llorar
tener pupilas
como dos huecos en un reloj de arena
manchado
con sangre
querer
arrancarse los ojos como Edipo
y sobrevivir
a la mirada que se va
arritmia
entonces la garganta al silencio
para asir
los barrotes de la prisión perpetua
¿quién nos trajo
hasta los confines
donde las
flores asfixian a los ciegos
donde el
amor se pudre en su espera
y nuestras
manos se ciñen
para
arrojar los restos de una noche al fuego?
el murmullo
del viento
en el
pequeño jardín que ha crecido en la terraza
no sabe del
pasado cuando garua sobre su cuerpo
el presente
tiene las
raicillas invisibles de la soledad
como único
puente a las fronteras
la salida
entonces es decir adiós
y arrojarse
al magma de un espejo sin rostro
donde cada
noche ensaya la noche su olvidar.